Encuentros inesperados

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Encuentros inesperados.

Onésimo va forjando su personalidad a medida que se entrecruzan en su camino distintos personajes y situaciones que reclaman de él una respuesta comprometida. Ya en los primeros viajes por cuenta de su amo, se irá preguntando sobre el sentido de algunas cuestiones radicales para el hombre que quiere vivir y entender esa profunda aspiración de autonomía que él identifica con la libertad.

Pero sobre todo, después de su huida, tendrá que afrontar algunos de los eternos enigmas de la vida: los que surgen inevitablemente a lo largo de la biografía de cada persona, a cada generación y en todos los tiempos.

De esta forma, en compañía de Onésimo, el lector se encuentra inmerso en situaciones que le interpelan sobre algunas cuestiones que también agitan la inteligencia y la conciencia de hombre de hoy. Son encuentros inesperados del lector con asuntos que indiscutiblemente también le atañen:

La libertad y el miedo a la  libertad.

Así, en los diálogos de Onésimo con Eumates, (“La despedida de Eumates”) –también en las páginas bajo el epígrafe «Ven y verás»–, encuentras algunas sugerencias para pensar sobre la persistente llamada a recuperar la dignidad y la libertad cuando compruebas que están atacadas, retenidas o indebidamente tuteladas.

La vida que empieza y que termina

Las tribulaciones de la joven Alis  durante su embarazo (“Las desdichas de Alis”), su angustia ante un parto con consecuencias imprevisibles para la criatura que va a nacer, y su sometimiento a las exigencias del hombre, a los convencionalismos sociales, representadas por la autoritaria presencia de la suegra y a las modas ‘intelectuales’ de la época, dan pie a pensar sobre la alegría de la vida naciente, su valor, en la infancia y su cuidado…

También, cuando el llegues a los aledaños del Asklepión (“Entre los suplicantes”) los sucesos que allí acontecen nos hablan sobre el desenlace de la vida, sobre el valor y la dignidad del hombre ante el dolor y la muerte.

La primacía de la conciencia sobre la ley

“Sólo los dioses juzgan la conciencia del hombre, solo la conciencia del hombre sabe si es recto el juicio de los dioses”, canta el ciego a los espectadores antes del inicio de la representación de Antígona… (“Antígona proscrita”)

Pero ¿siempre es así? ¿Podemos permitirnos no pagar impuestos por causa de nuestra conciencia?

El destino y la esperanza del hombre.

El destino y la idolatría mantienen encogido el corazón e incapacitada la inteligencia para entender la esperanza. El capricho de los dioses es la razón última del devenir que el hombre politeísta percibe ante el Olimpo. A pesar de los esfuerzos de los filósofos por explicar la relación entre los hombres y los dioses, el hombre mantiene una profunda desconfianza en el poder divino y, sobre todo, mantiene la convicción del desinterés más absoluto del Olimpo por lo que atañe al hombre.

Los héroes, semidioses, no son mediadores, su capacidad para intervenir, inexistente. Y lo más terrible, los dioses se odian entre sí con terribles consecuencias para el hombre: “nuestros dioses también se detestan – dice el gálata Anteatés– (“Gálatas errantes”) y su furor siempre acaba sembrando los frutos de la discordia entre nosotros los mortales”

La búsqueda de una cosmovisión más lógica, que aporta orden y sentido a la creación no pasa inadvertida a la conciencia atormentada de muchos que la ven reflejada en laTora, o Libro de la Ley de los judíos, y muchos son atraídos a la sinagoga. Son los “temerosos de Dios” sobre los que Pablo volcará su predicación. Y sólo el apóstol predica la gran esperanza del hombre.

Sin embargo, Tesalio Varrón, Ceteo Intila y Celestia seguirán sufriendo las consecuencias de su idolatría.

La unidad y sinceridad de vida

Cuando se es un hipócrita y se vive en la mentira ve cómo los que tiene alrededor sufren por su causa: Onésimo cambia su nombre por el de Eudokeo. A partir de ese momento. Las buenas gentes de Zakyntos empiezan a sufrir por su causa sin saber exactamente la razón. Es la alegoría que encierra el capítulo 10 “Islas del Jónico”.

Estos son algunos ejemplos con una referencia al texto de los temas que irán desgranándose a lo largo de la carrera de Onésimo hasta llegar a Roma. Hay más cosas de las que hablar, y tú mismo puedes escoger tu tema, algunos que te sugiero son:

La corrupción pública

Los sucesos en Tiatira y en Coronea, también la ciudad de Assos y su vinculación con Calígula, hablan de acontecimientos de actualidad.

La amistad

La relación entre Evodio y Onésimo o la imagen de la amistad vivida entre las pequeñas comunidades cristianas, inclinan el deseo del esclavo para llegar a ser parte de ese mundo donde se vive de una forma distinta, que él encuentra difícil de definir, pero confiada y alegre.

La piedad

En la relación de Sedas y Tesalio Varrón, su padre, la piedad se resiente.
También se habla de piedad en Orcomenos, sobre los dioses y el uso de las cosas sagradas, especialmente del estracto de la hierba moly.

El amor

Todas las expresiones del amor están reflejadas en «El enigma del esclavo».
El amor, el acicate más poderoso para mover la voluntad del hombre, dispone de formas y relaciones que producen efectos siempre radicales. Y así se muestran entre Alce y Eumates, Onésimo y Deatina, Galeria y Eudokeo, etc.

La hierba moly: una meta para el camino.

¿Qué medios necesitamos para sostener nuestro esfuerzo y progresar hacia nuestra meta? También los medios más sublimes, si se corrompen nos destruyen.

El poder de los sortilegios, los astrólogos, adivinos. Las supersticiones

Cuando se despide a Dios suele ser para dar entrada a los dioses, a la superstición y a su corte de adivinadores.

El valor de un nombre.

¿Sabes que significa Kynteros? ¿Y Anfóteros o Hemeticós?
Si es importante llamar a las cosas por su nombre, imagínate lo importante que puede llegar a ser el nombre de las personas…

La necesidad de un magisterio para interpretar los textos sagrados.

La interpretación de los textos bíblicos que hace Anestión y las consecuencias que trae consigo su aproximación a las realidades sagradas hablan del valor de lecura correcta de los textos sagrados.

Faldón